sábado, 1 de junio de 2013

lee los tres cerditos y luego identifica el inicio, nudo y desenlace.

Los Tres Cerditos
En el corazón del bosque vivían tres cerditos que eran hermanos. El lobo siempre andaba persiguiéndoles para comérselos. Para escapar del lobo, los cerditos decidieron hacerse una casa.
El pequeño la hizo de paja, para acabar antes y poder irse a jugar.El mediano construyó una casita de madera. Al ver que su hermano pequeño había terminado ya, se dio prisa para irse a jugar con él.El mayor trabajaba en su casa de ladrillo.- Ya veréis lo que hace el lobo con vuestras casas- riñó a sus hermanos mientras éstos se lo pasaban en grande.
El lobo salió detrás del cerdito pequeño y él corrió hasta su casita de paja, pero el lobo sopló y sopló y la casita de paja derrumbó.El lobo persiguió también al cerdito por el bosque, que corrió a refugiarse en casa de su hermano mediano. Pero el lobo sopló y sopló y la casita de madera derribó. Los dos cerditos salieron pitando de allí.Casi sin aliento, con el lobo pegado a sus talones, llegaron a la casa del hermano mayor.Los tres se metieron dentro y cerraron bien todas las puertas y ventanas.
El lobo se puso a dar vueltas a la casa, buscando algún sitio por el que entrar. Con una escalera larguísima trepó hasta el tejado, para colarse por la chimenea. Pero el cerdito mayor puso al fuego una olla con agua. El lobo comilón descendió por el interior de la chimenea, pero cayó sobre el agua hirviendo y se escaldó.Escapó de allí dando unos terribles aullidos que se oyeron en todo el bosque. Se cuenta que nunca jamás quiso comer cerdito.
FIN

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Pinocho
Hace mucho tiempo, un carpintero llamado Gepeto, como se sentía muy solo, cogió de su taller un trozo de madera y construyó un muñeco llamado Pinocho.
–¡Qué bien me ha quedado! –exclamó–. Lástima que no tenga vida. Cómo me gustaría que mi Pinocho fuese un niño de verdad. Tanto lo deseaba que un hada fue hasta allí y con su varita dio vida al muñeco.

–¡Hola, padre! –saludó Pinocho.
–¡Eh! ¿Quién habla? –gritó Gepeto mirando a todas partes.
–Soy yo, Pinocho. ¿Es que ya no me conoces?
–¡Parece que estoy soñando! ¡Por fin tengo un hijo!
Gepeto pensó que aunque su hijo era de madera tenía que ir al colegio. Pero no tenía dinero, así que decidió vender su abrigo para comprar los libros.

Salía Pinocho con los libros en la mano para ir al colegio y pensaba:
–Ya sé, estudiaré mucho para tener un buen trabajo y ganar dinero, y con ese dinero compraré un buen abrigo a Gepeto.
De camino, pasó por la plaza del pueblo y oyó:

–¡Entren, señores y señoras! ¡Vean nuestro teatro de títeres!
Era un teatro de muñecos como él y se puso tan contento que bailó con ellos. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que no tenían vida y bailaban movidos por unos hilos que llevaban atados a las manos y los pies.

–¡Bravo, bravo! –gritaba la gente al ver a Pinocho bailar sin hilos.
–¿Quieres formar parte de nuestro teatro? –le dijo el dueño del teatro al acabar la función.
–No porque tengo que ir al colegio.
–Pues entonces, toma estas monedas por lo bien que has bailado –le dijo un señor.
Pinocho siguió muy contento hacia el cole, cuando de pronto:

–¡Vaya, vaya! ¿Dónde vas tan deprisa, jovencito? –dijo un gato muy mentiroso que se encontró en el camino.
–Voy a comprar un abrigo a mi padre con este dinero.
–¡Oh, vamos! –exclamó el zorro que iba con el gato–. Eso es poco dinero para un buen abrigo. ¿No te gustaría tener más?
–Sí, pero ¿cómo? –contestó Pinocho.
–Es fácil –dijo el gato–. Si entierras tus monedas en el Campo de los Milagros crecerá una planta que te dará dinero.
–¿Y dónde está ese campo?
–Nosotros te llevaremos –dijo el zorro.

Así, con mentiras, los bandidos llevaron a Pinocho a un lugar lejos de la ciudad, le robaron las monedas y le ataron a un árbol.

Gritó y gritó pero nadie le oyó, tan sólo el Hada Azul.

–¿Dónde perdiste las monedas?
–Al cruzar el río –dijo Pinocho mientras le crecía la nariz.

Se dio cuenta de que había mentido y, al ver su nariz, se puso a llorar.

–Esta vez tu nariz volverá a ser como antes, pero te crecerá si vuelves a mentir –dijo el Hada Azul.

Así, Pinocho se fue a la ciudad y se encontró con unos niños que reían y saltaban muy contentos.

–¿Qué es lo que pasa? –preguntó.

–Nos vamos de viaje a la Isla de la Diversión, donde todos los días son fiesta y no hay colegios ni profesores. ¿Te quieres venir?

–¡Venga, vamos!

Entonces, apareció el Hada Azul.

–¿No me prometiste ir al colegio? –preguntó.

–Sí –mintió Pinocho–, ya he estado allí.

Y, de repente, empezaron a crecerle unas orejas de burro. Pinocho se dio cuenta de que le habían crecido por mentir y se arrepintió de verdad. Se fue al colegio y luego a casa, pero Gepeto había ido a buscarle a la playa con tan mala suerte que, al meterse en el agua, se lo había tragado una ballena.

–¡Iré a salvarle! –exclamó Pinocho.

Se fue a la playa y esperó a que se lo tragara la ballena. Dentro vio a Gepeto, que le abrazó muy fuerte.

–Tendremos que salir de aquí, así que encenderemos un fuego para que la ballena abra la boca.

Así lo hicieron y salieron nadando muy deprisa hacia la orilla. El papá del muñeco no paraba de abrazarle. De repente, apareció el Hada Azul, que convirtió el sueño de Gepeto en realidad, ya que tocó a Pinocho y lo convirtió en un niño de verdad.

colorea y aprende

cuento de caperucita roja

Cuento de Caperucita Roja


Erase una vez a caperucita roja una niña muy guapa y linda que vivía cerca de un gran bosque. En el otro lado del bosque vivía su abuelita, quien con todo su amor había  realizado una preciosa caperuza a su nieta. Esta caperuza era tan usada  por la niña que le terminaron llamando Caperucita Roja.

cuento caperucita roja y el lobo
Cierto día la madre le comento que tenía un pequeño trabajo para ella:

- Debes de ir a casa de abuelita tu solita y llevarle alimentos porque se encuentra en la cama enferma y debemos de ayudarle, pero ten mucho cuidado cuando vayas por el camino del bosque y no te detengas a hablar con nadie.

Tras recibir los consejos, el beso y la cestita, Caperucita Roja con gran cariño emprendió el camino a través del bosque que la llevaba a casa de su abuelita. Y como Caperucita era tan amable y simpática todos los animales le saludaban y hablaban con ella en su caminar alegre.

Al estar tan distraída no apreciaba que el malvado del bosque, el lobo feroz, la seguía en la distancia a través de los árboles con males intenciones pues tenía bastante hambre, pero no se atrevía a atacarla porque en las cercanías había cazadores y leñadores, así que ideó un astuto plan.

Se adelantó y espero a Caperucita en un punto del camino donde le preguntó: ¿Dónde vas tan contenta Caperucita?
Y está tan amable y confiada olvidando los consejos de su mama sobre los extraños le contestó, voy a ver a mi abuelita que vive en la primera cabaña al otro lado del bosque.

El lobo al conocer el destino se despidió y corrió por un atajo que conocía hasta la casa de la abuelita para llegar antes.

Una vez en la casa tomo por sorpresa a la abuelita, la ató y la escondió en el armario para comersela después, porque Caperucita estaba a punto de llegar.

El lobo siguió su plan y se metió en la cama con la ropa de la abuelita y vio como al poco tiempo Caperucita Roja llegaba a la cama. La niña extrañada por la diferente apariencia  que la enfermedad había dado a su abuelita le preguntó:
  
-Abuelita - ¡qué orejas más grandes tienes!
-Son para escucharte mejor -dijo el lobo.
-Abuelita, ¡qué ojos más grandes tú tienes!
-Son para verte mejor, caperucita.
-Abuelita, ¡qué dientes más grandes que tienes!
-Son para comerte mejor -gritó el lobo saltando de la cama sobre ella.
  
Pero un cazador, que había visto al lobo correr y le había parecido sospechoso, entro en ese mismo momento en la casa asestando grandes golpes al lobo, que huyo para no volver jamás.

Al dar las gracias al cazador  oyeron ruidos dentro del armario y sacaron a  la abuelita que abrazo fuertemente a su nieta por el peligro tan grande que había pasado y que finalmente se quedo en un susto para alegría de la abuelita y Caperucita Roja.